Saltar al contenido

"El buen pastor" o Cómo cuidar las ideas de innovación

Si piensas que ya está todo inventado, no sigas leyendo. Si crees que no puede mejorar tu negocio, ve a otra página. Si tu producto es insuperable, este no es tu texto del día.

Ahora que nos hemos quedado sólo los que pensamos en mejorar, hablemos de lo que mueve el mundo de la economía contemporánea: Las ideas que crean el negocio y lo mejoran.

No hablaremos aquí de cómo tener ideas –quizá en otra ocasión-, pues así como al legionario se le supone el valor, la persona es creativa en origen. Un jefe de equipo sólo tiene que preocuparse de una cosa en este sentido: “No echarle sal al campo”, no matar la creatividad del equipo a base de actitudes dañinas. Hablaremos de cómo seleccionar y conducir las ideas para mejorar el negocio, superando los retos y barreras del camino. De cómo ser un buen pastor de ideas, sabiendo identificar aquellas con potencial, para no perderlas, y para conducirlas a buen término.

Todo pastor de ideas debe prestar atención a siete actitudes que minan las posibilidades de éxito, las siete barreras que el rebaño de ideas ha de superar para llegar a contribuir a la riqueza del negocio. A saber:

1. La timidez

El brujo malo de Harry Potter partía su alma y metía los pedazos en objetos hechizados. Si destruías el objeto, le dañabas a él. En realidad, eso mismo hacemos las personas cuando plateamos una idea en nuestra organización. Como si pusiéramos una parte de nosotros en la idea, si se la critica nos sentimos dañados en nuestro amor propio. Percibimos como un riesgo el exponer parte de nuestro Yo a las inclemencias de la discusión. Es pues fundamental actuar en el origen de todo el proceso, cuando la idea nace a la luz. Para ello, debemos fomentar la organización de corrillos informales, el grupo de trabajo de colegas que madura una idea en privado. En nuestra intranet debemos ofrecer la posibilidad de que las personas trabajen con privacidad absoluta. Y absoluta significa que ni el dueño de la empresa o el administrador de la intranet pueden acceder. Cuando hayan madurado la idea con algunos compañeros de su elección, la propondrán a la organización.

Así superaremos la primera barrera. A partir de ese momento, la idea forma parte de los activos de la organización, y debe ser tratada como tal. Me he encontrado que en algunos casos, en organizaciones no educadas convenientemente, las ideas no son consideradas igual según quién las propone. Es conveniente que en nuestra intranet podamos ocultar quién es el autor de la idea, superando así otras problemáticas del proceso.

2. Ideas porque sí

La siguiente barrera a superar es la tendencia a la dispersión. Podemos chapotear en una piscina subidos a un hinchable, o remar coordinados en un rio turbulento. Frente al jugar a proponer ideas –y que salga lo que Dios quiera-, tendríamos el discurrir para solucionar problemas. Una forma de catalizar la generación de ideas es la de proponer retos y publicarlos en nuestra intranet. Retos organizativos, económicos, o tecnológicos, que muevan al equipo a contribuir con ideas que contribuyan a superar esos retos. Estos retos pueden surgir de una problemática de producción, de atención al cliente, o pueden ser derivados de los objetivos estratégicos de la organización.

3. Cualquier idea me vale

Porque la estrategia corporativa, enfrentada al entorno, es una fuente de retos, pero además es el tamiz que nos ha de permitir priorizar ideas que a priori parecen similares en potencial. Si tenemos un plan estratégico, una meta a dónde ir, utilicémoslo como mapa-filtro que nos ayude a seleccionar las ideas más estratégicas. Así la contribución a la estrategia de una idea debe ser valorada como una variable independiente frente a otras, como puede ser el riesgo tecnológico, o la atractividad del mercado. Ponderemos pues los objetivos estratégicos, y filtremos las ideas según la estrategia, cuantificando.

4. El sesgo, o la soledad de la decisión

Si soy el director financiero, seleccionaré las ideas que menor inversión requieran. Si soy ingeniero informático, probablemente favorezca aquellas que mejor comprendo y que impliquen soluciones informáticas. Si tengo un mal día, una buena idea puede verse rechazada... El sesgo en la decisión llevará a la organización a desaprovechar activos –buenas ideas-. Es un problema que podremos minimizar si compartimos la decisión en un foro multidisciplinar que nos enriquezca la visión. Cuando expresamos opiniones siempre lo hacemos desde la subjetividad. Por el contrario, nuestro objetivo es calificar las ideas de la forma más objetiva posible. Pero una opinión subjetiva se puede cuantificar contra unos criterios, y varias opiniones subjetivas cuantificadas tienden a crear un resultado bastante fiable. Podemos preparar una parrilla estable de preguntas, aplicable a cualquier idea, hacer a todos los opinantes esas mismas preguntas, y convertir las opiniones en cifras. Incluso opcionalmente ponderar las opiniones. Podemos agregar opiniones y obtener una valoración de las ideas que no dependa tanto de la subjetividad individual, sino de la colectiva, y acercarnos así a una valoración más objetiva a base de agregar subjetividades cuantificadas. Sin llegar a mecanismos de voto en un comité – ¿y por qué no?- la decisión sobre llevar adelante o no una idea puede ser mucho más sólida cuando surge de un proceso de maduración compartida.

5. La falta de disciplina

Por mi experiencia, nada mata más la innovación que el “no decir ni Sí, ni No, ni todo lo contrario”. Dejar pudrir sobre la mesa las ideas que se han propuesto genera un veneno que va matando una a una las ideas nonatas futuras. Y es que al principio necesitamos creatividad, pero cuanto más avanzamos en el ciclo de vida de una idea, madurándola, menos creatividad necesitamos y con más disciplina debemos aplicarnos para tomar decisiones sobre una idea: ‘Si’, ‘No’, o ‘Ahora no, por esto. Y la retomaremos cuando...’. Si no cumplimos unos tiempos y no tomamos decisiones, aunque imperfectas, estaremos esterilizando el rebaño. Quien propone una idea quiere obtener respuesta, aunque sea positiva, a cambio de su esfuerzo y de haberse expuesto a la crítica.

6. La actitud del avestruz

Cuando evalúo o audito proyectos en el ámbito internacional me suelo encontrar con una carencia muy común: La falta de un proceso de vigilancia del entorno en el que podamos corroborar la originalidad de nuestra innovación, o detectar avances que nos ayuden a progresar más rápido. En fecha reciente, tras la implantación de un sistema de Inteligencia Competitiva, el gerente de una PYME se quejaba de que “antes vivía muy tranquilo” (sic), sin saber lo que realmente ocurría en su sector. Efectivamente todo el mundo se mueve, y se mueve más rápido de lo que podemos imaginar. Esconder la cabeza bajo tierra no implica que las amenazas –u oportunidades- desaparezcan. Por el contrario, las amenazas se hacen más grandes –para nosotros, que las ignoramos- , y también crecen las oportunidades –para los competidores, pues les dejamos el camino libre-. Debemos implantar sistemas de vigilancia del entorno competitivo que nos ayuden a madurar una idea, contrastándola con lo que sucede a nuestro alrededor. ¿Quién trabaja en algo similar? ¿Nuestra competencia? ¿Van muy por delante? Hay muchas preguntas que responder.

7. La gravedad ejercida por el ombligo

Esta es la última barrera a franquear para llevar a buen término una idea: La falta de perspectiva. Debemos abstraernos de nuestra particularidad, y captar información que nos permita situarla en el conjunto. ¿Hacia dónde va nuestro sector? ¿Consideramos que debemos seguir esa corriente? Si nos vamos a salir de ella, si vamos a romper tendencia, lo debemos hacer de forma consciente, con información suficiente. Para ello es necesario apoyarse en procesos de Inteligencia Competitiva, que nos permitan situar nuestra iniciativa correctamente en el mapa.

Conclusión

Todas estas son barreras que subyacen en la dificultad para innovar. No se trata de la dificultad de acceso a la financiación o a una determinada tecnología. Eso viene luego. Ya sea por medio de innovaciones disruptivas, o por simples pequeñas mejoras acumulativas, para que una organización tenga futuro hemos de convertirla en innovadora. Para ello, debemos ser capaces de seleccionar, madurar, y conducir las ideas hacia éxitos de negocio. Como buenos pastores.

"El buen pastor" es una película dirigida por Robert de Niro.